Ceuta, 8 de noviembre de 2021. Con motivo del Día Mundial de la Arquitectura.
Ciudades y planificación siempre han ido de la mano. El urbanismo se erige como la herramienta capaz de ordenar la ciudad presente, que además debe –o debería- ceñirse a un proyecto de ciudad que persigue a futuros un trabajo continuado, fruto de la reflexión, de la participación ciudadana, del consenso, y de la capacidad resolutiva para afrontar los problemas específicos de cada territorio.
¿Quién le iba a decir a Ildefonso Cerdá, en 1860, que su plan iba a seguir dando resultados en 2021? Barcelona está transformando su ciudad, de cara a los siguientes lustros, con su proyecto de la “gran manzana”, donde limita el tráfico rodado de los vehículos en base a las determinaciones iniciales del Plan Cerdá de antes del 1900. Un buen plan. Barcelona es solo un ejemplo de cientos.
Ceuta es, quizás, una de las ciudades de nuestro entorno que más necesita disponer de un proyecto de ciudad definido, o algo que se le parezca. Un proyecto de ciudad definido desde el territorio y el urbanismo, sin menoscabo de apreciaciones y referencias de índole económico-social.
Nuestra ciudad, por su posición y límites territoriales, por su idiosincrasia organizativa de gestión, y por sus vaivenes reivindicativos de algunos agentes externos, alcanza un grado de complejidad que se antoja todo un reto, no sólo la gestión de sus gestores, sino para la habitabilidad de sus habitantes.
La falta de suelo, que nos obligaría a ganar terrenos al mar; la repercusión de las afectaciones sectoriales sobre el territorio, que su incidencia gana peso -y nos pesa- por el tamaño reducido de la superficie de Ceuta; la propia planificación del territorio, destacando la relación puerto-ciudad, entre otros; el planeamiento urbano, poniendo al PGOU como elemento destacado, el cual todos desearíamos que fuera más fluido, si la norma legal que nos afecta se adaptara a la idiosincrasia de nuestra ciudad, y que cada día que pasa sin su aprobación, más lastra la recuperación económica actual, aumentando la tensión habitacional, y; las energías renovables, visto como posibilidad real para descarbonizar Ceuta, y ser totalmente independientes energéticamente.
Estos son sólo algunos de los tips que se deberían poner de manifiesto en un trabajo de Ordenación Integral del Territorio de Ceuta, donde aborde una reflexión profunda, en la que tenga cabida una suerte de demandas, opiniones e ideas tan diversas y heterogéneas como lo somos todos los habitantes de esta ciudad.
Ceuta necesita utilizar el urbanismo para entender el territorio en todas sus aceptaciones: terrestre y marítima; urbana y rural; público y privado; pero, sobre todo, Ceuta necesita utilizar el urbanismo para idear, proyectar y definir las trazas de una ciudad compleja que carece de identidad presente, y lo que es más grave, no tiene identidad futura.
Un proyecto coherente, de consenso, estratégicamente trazado, con una identidad propia, que tenga cierta adaptabilidad en el tiempo -para que sea capaz de encajar algunos momentos críticos, si los hubiere- y decididamente certero, en donde, tanto los gestores como los ciudadanos, se sientan obligados a cumplir sus preceptos, unos, y a mantenerlos, otros.
De ser así, la cooperación público-privada –ineludible, por cierto- tendría bien fácil gestionar la colaboración mutua y la inversión de fondos económicos, independientemente de su origen y del color político del momento. Todo tendría un sentido, puesto que los proyectos emanarían de este Plan Maestro, refrendado, además, por un pacto de ciudad.
Estamos ahora en un momento crucial de la historia, en el que las ciudades están cambiando –todas, sin excepción-, adaptándose a las nuevas demandas y necesidades. Pero a Ceuta se le hace imperativo.
Es un momento clave para marcar las líneas estratégicas que deberá seguir Ceuta en los próximos cincuenta años.
Es un momento -para los que nos dedicamos a crear- apasionante e ilusionante.
Así, y solo así, se proyecta una ciudad.
Feliz Día Mundial del Urbanismo.